Dicen que la esperanza es lo último que se pierde. El tiempo de Adviento es propicio para crecer en esta virtud teologal. Saber que va a suceder algo grande, aunque todavía no se ve. Es el ya sí pero todavía no.
Cuántas veces en la vida vivimos así, a tientas, buscando y esperando aquello que nos va a transformar por completo, pero que todavía no acontece. De ahí el grito: ¡Ven, Señor Jesús!
Cristo no solamente transformó la vida de sus coetáneos, sino que sigue VIVO y quiere venir a nuestra realidad para darnos VIDA en abundancia. Sacarnos de nuestras “muertes” y concedernos una nueva oportunidad. Creo que en esto nos entendemos todos, dado que llevamos el anhelo de cosas grandes en lo profundo del corazón.
Pues bien, las cosas grandes podemos verlas en las pequeñas. Es ahí, en los detalles con apariencia insignificantes, donde se esconde la belleza de un nuevo comienzo, de una nueva oportunidad.
Las prisas diarias, la multitud de estímulos, el ritmo que llevamos pueden disiparnos y cortarnos la capacidad de trascender. Por eso hoy te invito a levantar la mirada.
PD: esta decoración de Navidad me ha ayudado a ello. Mil gracias a las personas que lo han hecho posible.
Antonio Jesús López García-Mohedano