SOBRE SAN ANTONIO DE PADUA

Nuestra parroquia está consagrada a San Antonio de Padua, el franciscano más venerado tras el fundador de la orden. Nacido en Lisboa, a finales del siglo XII, ingresó muy joven en los agustinos, a cuyo lado adquirió una formación sobresaliente. Alguno años después fue admitido entre los franciscanos, entonces en sus orígenes. Su sobrenombre corresponde a la ciudad italiana de Padua, donde vivió sus últimos años, murió y se veneran sus reliquias. El papa León XIII lo llamó “el santo de todo el mundo”, porque su imagen y devoción se encuentran por todas partes. Patrón de mujeres, pobres, viajeros, albañiles, panaderos y papeleros. Invocado con frecuencia para pedir un buen esposo.  Son innumerables las mercedes y milagros que se atribuyen a su intercesión. Conocido ya en vida como “doctor evangélico”, fue nombrado “doctor de la Iglesia Universal” por Pío XII. Escribió sermones notables y, por mandato directo de san Francisco, enseñó teología a los hermanos. Grande fue su sabiduría, pero más grande fue la fama de sus milagros, incluidas resurrecciones. Por eso se le llama también “el santo de los milagros” y “el taumaturgo” (el que obra prodigios).

Murió joven, a los 35 años de edad, y fue santificado tan sólo un año después, tan grande fue su fama y hechos de santidad en vida. La imagen se corresponde con el testimonio del conde Tiso, amigo del santo, al que encontró en éxtasis en su celda, estrechando entre sus brazos al Niño Jesús. El conde había entrado en la celda temiendo un incendio, ya que de la puerta entreabierta salía un intenso resplandor.